Le esperó desnuda sobre la cama y supo que iba a ser diferente. Su cuerpo temblaba solo de saber que pronto le tendría a su lado y su piel quemaba como brasa.
No se dio la vuelta cuando le escuchó llegar. Sus pasos tenían prisa, tanta, como ella de tenerle envuelto sobre su cuerpo.
Tampoco hubo caricias tiernas, ni palabras dulces, pues estas se convirtieron en carnes apretadas con rabia y gritos desesperados de pasión hambrienta de reencuentro.
Las horas pasaban tan rápidas como nubes de tormenta, mientras sus pequeñas muertes caían como rayos sombre ellos, traspasando los sentidos.
Quedaron olvidados todos los tristes momentos causados por la separación, porque supieron que ya nunca podría prescindir el uno del otro.
Ya nada les separaría, nada podría con aquel amor, con aquel deseo..
Tampoco se despidieron con lágrimas, ni con lamentos, todo había quedado atrás.
Se durmió tranquila y sonriente. Se durmió sabiendo que ya nada volvería a ser igual.
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