Se despertó de madrugada. Se había quedado dormida esperando que él la llamase.
El primer deseo que había pedido para sí no se había cumplido y allí, sóla en aquella extraña habitación de hotel, sólo le quedaba poder oír su voz, aunque a más km de los habituales que ya les separaban.
Cerró los ojos y se sintió abrazada a él. Sus cuerpos dormirían pegados el uno al otro, después de una noche en el que el espacio entre los dos dejaría de existir y poniendo fin a tantas noches de deseo.
Ahora sólo le quedaba lo de siempre, abrazarse a si misma y llorar en silencio como tantas y tantas noches, porque él no estaba allí.
Alguien llamó a la puerta y poniéndose la bata, la abrió, mientras una sonrisa la hizo resplandecer y las lágrimas llenaron sus ojos; ya no eran de tristeza...
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