Lo acariciaba con dulzura. No podía remediarlo; cuando le miraba a los ojos, el amor la embriagaba.
Con suavidad, tocó su rostro y, dibujando con sus dedos el contorno de su cara,sentía el cosquilleo de sus pestañas, la suavidad de sus labios, el calor de su piel...
Le miraba y veía ternura, delicadeza, bondad, juventud, fuerza.. y esto la transportaba al país de los sueños, donde se dejaba llevar por los más bellos.
Cerró los ojos y le besó en los labios. Fue un beso largo, como a ella le gustaban, sin limites de tiempo. Nadie podría sentir más amor que ella, porque el suyo era infinito.
Cogió un pañuelo y, con suavidad, limpió el marco de aquel retrato, colocándolo en su mesilla, mas dejó sus labios escritos.
Y allí, a su lado, pasó una noche más, sintiéndole cerca, muy cerca.
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